Voluntario es quien actúa de un modo desinteresado, solidario y altruista, en base a una decisión meditada, y claramente comprometida con su comunidad. Su esfuerzo ha de enmarcarse en unos fines fijados previamente.

El sentido humanitario
El sentido de fraternidad universal
La solidaridad
El altruismo
La generosidad
La dación o disponibilidad de su tiempo y energía
La capacidad de compromiso
La responsabilidad consciente
La coherencia entre sus actos, sentimientos y pensamientos
La capacidad de trabajo en equipo
La continuidad en su labor
La constancia
La perseverancia
El valor
El entusiasmo
El respeto por los demás, las culturas y credos diferentes
La sensibilidad
La tolerancia
La paciencia
La comprensión humana
La empatía
La alegría
El optimismo
La actitud mental positiva
La asertividad
La cordialidad
La cortesía
La capacidad de convivencia
La decisión
La libertad de espíritu
y sobre todo…
Predicar con el ejemplo

En un mundo cada vez más caótico, violento y tensionado, presa de los intereses comerciales, de rencores y pugnas soterradas, y carente a menudo de los valores humanos más básicos, tener la capacidad de vivir de modo altruista reviste a quien lo asume de una cierta dignidad interior.

En un mundo en donde unos pocos medran porque viven del esfuerzo de muchos otros, ser voluntario equivale a ser como un caballero andante en plena lucha medieval.

Más allá de la búsqueda de la comodidad, más allá del egoísmo personal y del creciente individualismo, hartos también del vacío existencial reinante en unas sociedades que parecen tenerlo todo, aparecen personas involucradas en el desarrollo de los demás que pretenden llenar el vacío humanitario, sobre todo del primer mundo.

Se esperaba que la globalización propiciara un mejor acceso a la educación, a los recursos energéticos y a la cultura, pero no ha sido así. Las promesas de igualdad se trocaron en mayores diferencias entre el primer y tercer mundo, entre ricos y pobres.

Más allá de la maldad creciente de quienes comercian con órganos humanos o lanzan pateras a una muerte segura, más allá de quienes utilizan niños para sus intereses personales, más allá de quienes diseñan las guerras… hay un impulso creciente a favor de la paz, de la solidaridad de los pueblos, de la educación.

Debemos lograr que esas inquietudes bien intencionadas sepan plasmar un mundo nuevo y mejor, con la fuerza de un compromiso voluntario consciente, sincero en sus intenciones y entregado en sus acciones.

Más allá la maldad de quienes se aprovechan de los menos favorecidos, más allá de la indiferencia, de la incultura y la explotación, más allá de las rivalidades, la sociedad, como un viejo tronco gastado, siempre puede reverdecer, siempre puede dar lugar a nuevos brotes.

Los textos clásicos más antiguos, tales como el «Bhagavad Gîtâ», cuya antigüedad mínima alcanza los 5.000 años expresan la necesidad de que el hombre actúe de acuerdo a la «recta acción», es decir, de tal modo que sus actos se realicen sin esperanza de recompensa, por propio deber interno.

El mundo necesita de buenas acciones, pero por encima de ello necesita de «acciones rectas», entregadas al bien común por propia necesidad interior.

La buena acción es un primer paso, pero además, se precisa la entrega de nuestro propio tiempo, de nuestras mejores ilusiones, movilizando recursos para lograr el bien humano de otros.

Porque ser voluntario es ejercer entrega de sí mismo sin esperar fruto ni recompensa alguna, requiere hoy en día de una actitud heroica… ¿Te atreves?